Vivir cerca del agua nos hace más propensos a ser felices, según la neurociencia y la psicología
Estudios en neurociencia y psicología revelan que el contacto con el mar, un río o un lago es clave para el bienestar emocional y físico
A fines de 2018, en ese momento de cierre de año, de análisis en retrospectiva y de proyección a largo plazo, Marcos Rodriguez Sierra decidió que la vida en la ciudad ya no era lo suyo, que quería un cambio de escena para estar más conectado con la naturaleza, en particular, con las olas. A sus 29, después de sostener un año de escapadas a la costa atlántica casi todos los fines de semana, abandonó una vida típicamente urbana en Buenos Aires -con familia, amigos y un trabajo establecidos-, para mudarse a Mar del Plata y poder meterse al mar todos los días. “Tengo el recuerdo marcado de estar volviendo a la ciudad los domingos a la tarde y pensar «yo me quiero quedar», y de llegar a la oficina los lunes a la mañana y, en vez de abrir el mail, abrir las cámaras en vivo del mar y ver a cuatro personas entrando al agua pensando «yo quiero ser uno de esos tipos»”.
La conexión del ser humano con el agua se remonta a tiempos históricos. Este no solo la reconoció, desde el momento cero, como una fuente de vida, sino también como un espacio de renovación y tranquilidad. Desde los antiguos baños termales romanos a los rituales de purificación en el Ganges, las vacaciones en la playa y hasta la ducha al final del día, el agua tiene una larga lista de antecedentes siendo interpretada como un elemento clave para el reset físico y emocional.
Lejos de ser una sensación abstracta, tanto desde la ciencia como desde la psicología, esta relación fue estudiada con distintos abordajes y la conclusión -en líneas generales- fue siempre la misma: el contacto con el agua tiene un impacto positivo en el hombre, a nivel físico y emocional. En este campo de análisis, el mayor referente es Wallace J. Nichols, un biólogo marino que dedicó su vida al estudio de este fenómeno y lo bautizó como “Blue Mind” (mente azul en español).
En su bestseller, Blue Mind: La sorprendente ciencia que demuestra cómo estar cerca, dentro, sobre o bajo el agua puede hacerte más feliz, más saludable, más conectado y mejor en lo que hacés (2014), Nichols presenta una amplia gama de estudios que vinculan la cercanía al agua, ya sea a través del océano, ríos, lagos o piletas, con la calma, salud, creatividad, eficiencia y, en definitiva, con el bienestar personal.
El autor compara el estado Blue Mind con el Red Mind, nombre que usa para referirse el estado de estrés crónico, sobreestimulación e hiperactividad típico de la vida moderna que, a la larga, lleva a la ansiedad, fatiga mental y desconexión emocional.
Naturalmente atraídos
Para empezar, Nichols introduce el concepto de la biofilia marina para explicar por qué la mayoría de las personas se sienten atraídas por el agua y experimentan beneficios en su presencia. El término deriva de la teoría de la biofilia, popularizada por el biólogo Edward Wilson, y plantea que esta conexión es el resultado de millones de años de evolución cerca de ríos, lagos y océanos, que hicieron que nuestros cerebros estén programados para sentirse bien cerca de esta.
También alude al hecho de que nuestra composición biológica es principalmente agua. “El cuerpo humano es un 70% agua y depende de esta para sobrevivir. Cuando la ves o la escuchás, tu cerebro recibe la señal de que estás en el lugar adecuado”, señala el científico.
La neurociencia detrás del fenómeno
Desde un enfoque neurocientífico, Nichols sostiene que los entornos acuáticos -a través de la exposición a estímulos sensoriales suaves y repetitivos como lo son el sonido de las olas, el contacto con el agua e incluso la contemplación de cuerpos de agua- desencadenan una serie de respuestas neuroquímicas que activan la producción de hormonas, como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, todas asociadas con el placer, la relajación y la calma; al mismo tiempo que reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Estudios clave a los que se refiere son, por un lado, el del psicólogo ambiental Roger Ulrich y su teoría de la recuperación en la naturaleza, con la que demostró que la presencia del agua y paisajes naturales acelera la recuperación de los pacientes y reduce el estrés.
Por otro, el del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, que reveló que las personas que viven a menos de un kilómetro de la costa reportan mejor salud mental en comparación con aquellos que viven más lejos de fuentes de agua. Mathew White, uno de los investigadores a cargo, es coautor de varios estudios que demuestran que vivir cerca del agua mejora la salud mental y reduce el riesgo de depresión.
En la misma línea, la psicóloga Mariana Kerestezachi (M.N. 47.483), que hace tres años se mudó a Miami, ciudad costera por excelencia, explica que el contacto con el agua se convirtió en un recurso terapéutico respaldado por la ciencia. “Hoy tengo la oportunidad de experimentar en persona lo que es vivir cerca del mar y los efectos que este tiene sobre la mente y el cuerpo”, cuenta en diálogo con LA NACION. La Lic. se refiere en particular a un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Canterbury de Nueva Zelanda, que reveló que vivir cerca del agua está vinculado a mayores niveles de bienestar mental, al asociarse con un aumento en las emociones y pensamientos positivos.
Nichols además sugiere que el contacto regular con el agua puede contribuir a la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales, cosa que también conlleva a la reducción del estrés crónico. En este sentido, menciona la Teoría de Restauración de la Atención desarrollada por Rachel y Stephen Kaplan en la década de los 80, que sostiene que entornos naturales como el agua son restauradores, porque captan la atención sin esfuerzo, y permiten que el cerebro se recupere de la fatiga mental.
Beneficios de una vida en contacto con el agua
- Producción de hormonas positivas como dopamina, serotonina y oxitocina
- Reducción del cortisol, hormona asociada con el estrés y la ansiedad
- Recuperación de la fatiga mental
- Mejor calidad del sueño
- Beneficios para condiciones respiratorias, como asma o alergias
- Menor tendencia a padecer enfermedades crónicas
- Mejor salud mental y menos riesgo de depresión
- Potencia los procesos creativos y de introspección
- Menos enfermedades y mejor sueño
Pasando al aspecto físico de la cuestión, Nichols aborda cómo vivir cerca del agua también está asociado con una mejora en la salud física.
Para hacerlo, el autor cita el proyecto BlueHealth financiado por la Unión Europea, que luego de investigaciones y estudios en varios países del territorio, observó que el contacto regular con espacios azules (como mares, ríos, lagos y canales) está asociado con una menor prevalencia de enfermedades crónicas -como las enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2- y con una tasa de mortalidad más baja.
Esto, explican, se debe a que las personas que viven cerca de entornos acuáticos suelen tener niveles de actividad física más altos y niveles de estrés más bajos; en otras palabras: niveles de cortisol y presión arterial más bajos.
Los estudios del proyecto BlueHealth también hablan de los beneficios para la salud respiratoria en los entornos costeros: el aire tiende a estar menos contaminado y es más húmedo, atenuando condiciones como el asma y las alergias; y de la relación entre los entornos acuáticos y la mejora en la calidad del sueño, al inducir estados de calma y relajación con facilidad, disminuyendo la ansiedad.
El campo de la psicología clínica refuerza estos beneficios. Kerestezachi menciona varios estudios que sugieren que nadar en el mar entre dos y tres veces por semana durante al menos 30 minutos puede generar mejoras significativas en el bienestar emocional, y que los ambientes acuáticos son particularmente efectivos para combatir el estrés y la ansiedad, lo que se traduce en una mayor felicidad y satisfacción personal. “Incluso para quienes prefieren solo contemplar el mar, dedicar al menos dos horas a la semana a estar cerca del agua es suficiente para notar efectos positivos”, sostiene la experta.
Creatividad, apertura y refugio emocional
El agua como fuente de creatividad y conexión emocional es otro de los aspectos en los que Nichols hace énfasis. El doctor sostiene que estar cerca del agua permite que la mente se desconecte de las distracciones cotidianas y entre en un estado más libre, donde las ideas y pensamientos innovadores fluyen con mayor naturalidad.
“El agua calma todo el ruido y te conecta con tus propios pensamientos y tu sentido de ser”, explica en su libro. “Cuando te sumergís en el agua hay un cambio en tu conciencia, en la química de tu cerebro, que puede llevar a nuevas ideas y pensamientos creativos”.
Nichols hace referencia al concepto científico de la Red Neuronal por Defecto (DMN), un conjunto de regiones cerebrales que se activa cuando una persona no está concentrada en el mundo exterior, sino involucrada en pensamientos internos como la reflexión, la creatividad y la introspección, y sugiere que la cercanía al agua puede estimular esta red.
Siguiendo esta idea, investigaciones como la de la Brighton and Sussex Medical School encontraron que los sonidos naturales -como los de las olas, el fluir del río o el agua en general- activan la corteza prefrontal media y la ínsula, ambas áreas vinculadas con la autorreflexión y la percepción de estados emocionales internos; mientras que los sonidos artificiales tienden a inducir una atención relacionada con el estrés y la rumia mental.
Además, Nichols argumenta que, al promover comportamientos más relajados y abiertos, el agua tiene un efecto positivo en las relaciones interpersonales, fomentando la empatía y la cooperación.
Por último, la lógica Blue Mind plantea que el agua puede actuar como un refugio emocional en momentos de duelo o depresión. En su libro Espacios Azules: cómo y por qué el agua puede hacerte sentir mejor, Catherine Kelly, doctora en geografía, respalda esta idea con un análisis en profundidad sobre cómo la terapia basada en el agua puede ser un recurso para la curación de traumas emocionales.
Asombro y fascinación suave
Los neurocientíficos dicen que participar en actividades acuáticas, como nadar o surfear, puede ayudarnos a entrar en un “estado de flujo” donde nos encontramos totalmente inmersos en lo que hacemos. “Esto calma el estado interno de nuestra mente, que frecuentemente está absorbida por inquietudes y preocupaciones”, explica Ricardo Gil da Costa, neurocientífico y CEO de Neuroverse.
Aquellos que estudiaron el tema de cómo el agua afecta el cerebro humano también mencionan que el agua puede producir una “gloriosa sensación de asombro”. Esto, explican, se debe a que la reacción emocional ante algo vasto –como, por ejemplo, el océano-, expande y desafía nuestra visión del mundo, al mismo tiempo que reduce el estrés y ayuda a poner las cosas en perspectiva.
Otro concepto al que hacen referencia los investigadores es el de la “fascinación suave”, generada por el agua. Al moverse rítmicamente, produciendo juegos de luces, colores y sonidos, esta capta nuestra atención, pero no de una forma demandante. En lugar de esto, le da a nuestro cerebro un recreo de la atención enfocada e intensa que mucha de nuestra vida diaria requiere y que es cognitivamente extenuante.
Kerestezachi recuerda una época de su vida profesional en la que trabajó con un psiquiatra argentino que también valoraba los beneficios de este elemento en la psiquis. “Él siempre le recomendaba a los pacientes con depresión que yo le derivaba para tratamiento médico que nadaran al menos tres veces por semana. Era parte integral de su enfoque terapéutico y muchos pacientes reportaban mejoras significativas en su estado de ánimo. La evidencia apoya la práctica, puesto que tanto la natación como otras actividades acuáticas están relacionadas con la liberación de endorfinas y la reducción del cortisol”.
La psicóloga, que siempre vivió en ciudades alejadas del océano, asegura que el impacto que este tiene en su vida personal y profesional es inmenso y que, actualmente, su terapia es ir al mar. “La ciencia confirma lo que muchos ya sentimos: el agua tiene un poder transformador sobre nuestra mente y cuerpo”.
Fuente: LN