
Despejando dudas sobre el neurodesarrollo de los niños, con la psicóloga Florencia Larrocca
Observar cómo tu bebé se ríe, por ejemplo, o buscar su mirada para obtener seguridad. Notar cómo tu pequeño intenta recuperar tu atención durante una conversación, cómo señala, saluda con la mano, responde a su nombre o llora. Todas estas observaciones continuas, combinadas con antecedentes familiares, exámenes de salud y la perspectiva de los padres, ayudan a identificar a los niños con posible autismo.
La detección temprana es clave, no para encasillar a los niños, sino para brindarles acompañamiento adecuado y favorecer su desarrollo integral.
Desde Despertar Entrerriano, hablamos con la psicóloga especialista en infancia y neurodesarrollo, Florencia Larrocca, quien nos explicó cómo identificar los primeros signos de autismo, qué controles son necesarios y cómo acompañar de manera efectiva tanto a los niños como a sus familias.
—¿A qué edad suelen notarse los primeros signos de autismo?
Los primeros indicios pueden aparecer desde los primeros meses de vida. Por ejemplo, alrededor de los seis meses, algunos niños no muestran la típica sonrisa social. Hacia el primer año, puede notarse un balbuceo muy escaso o incluso nulo. Además, existen señales en el comportamiento, como la falta de contacto visual, poco interés por interactuar con adultos o pares, y patrones de conducta repetitivos o intereses muy restringidos.
—¿Significa esto que todos los niños que presentan alguna de estas señales tienen autismo?
No necesariamente. Estas señales son signos de alerta, pero no implican un diagnóstico automático. Muchos comportamientos pueden deberse a factores contextuales, etapas normales del desarrollo o a otros trastornos del neurodesarrollo. Por eso, la evaluación profesional es fundamental: ayuda a diferenciar qué es una característica del desarrollo y qué requiere intervención.
—¿Cuáles son las señales de alerta más relevantes que deberían motivar a los padres a consultar?
Entre las señales más importantes se encuentran:
- Ausencia de sonrisa social a partir de los seis meses.
- Escaso o nulo balbuceo hacia el primer año.
- Falta de contacto visual o de respuesta ante estímulos sociales.
- Intereses muy restringidos o conductas repetitivas, como girar objetos constantemente o insistir en rutinas rígidas.
- Poca reacción ante cambios en el entorno o resistencia marcada a nuevas experiencias.
Es importante recordar que cada niño es único y que la combinación, intensidad y frecuencia de estos signos puede variar. Lo clave es no esperar a que se acumulen múltiples señales para buscar ayuda.
—¿Qué controles o evaluaciones se recomiendan para advertirlo a tiempo?
El primer paso suele ser una consulta médica pediátrica para descartar causas físicas y orientar la derivación a especialistas en desarrollo infantil. Luego, pueden intervenir psicólogos, fonoaudiólogos y terapeutas ocupacionales según las necesidades del niño. Evaluaciones periódicas y observaciones detalladas permiten detectar tempranamente diferencias en el desarrollo y diseñar estrategias de intervención personalizadas.
—Una vez que se detecta la posibilidad de un trastorno del espectro autista, ¿cómo debería ser el acompañamiento psicológico del niño?
El acompañamiento debe ser integral y respetuoso del ritmo del niño. Se busca comprender sus conductas, no solo los síntomas, y establecer comunicación más allá del lenguaje verbal. El juego es fundamental: es a través de él que el niño aprende, explora y desarrolla habilidades sociales y cognitivas. Las terapias deben adaptarse a sus intereses, fortaleciendo sus capacidades y evitando presiones que generen ansiedad.
—¿Y qué tipo de apoyo necesitan los padres durante este proceso?
Los padres atraviesan emociones complejas: miedo, incertidumbre, frustración e incluso culpa. Es fundamental brindarles contención psicológica, información clara y orientación práctica sobre cómo interactuar con su hijo. Aprender a interpretar sus conductas y a responder de manera adecuada fortalece la relación familiar y mejora el desarrollo del niño. Además, los padres deben sentirse acompañados y no solos en este proceso.
—En términos generales, ¿qué mensajes cree que son importantes para los padres que recién comienzan a notar estas diferencias en sus hijos?
Primero, que el diagnóstico no es una etiqueta, sino una guía para comprender qué necesita el niño y cómo apoyarlo. Segundo, que cada niño es un individuo único, con su propio ritmo y forma de relacionarse con el mundo. Y tercero, que la infancia debe ser, ante todo, un espacio para jugar, explorar, aprender y recibir estimulación adecuada. El objetivo final no es solo intervenir en los desafíos, sino potenciar las fortalezas del niño y fomentar su bienestar integral.
—¿Existen recursos o estrategias que puedan implementarse en el hogar para acompañar el desarrollo del niño mientras se realizan las intervenciones profesionales?
Sí. Algunas estrategias simples pero efectivas incluyen:
- Mantener rutinas claras y predecibles, que brinden seguridad al niño.
- Potenciar la comunicación, incluso con gestos, dibujos o sistemas aumentativos de comunicación.
- Involucrar al niño en juegos simbólicos, que fomenten la creatividad y la interacción social.
- Observar y respetar sus tiempos, evitando presionarlo.
- Ofrecer refuerzos positivos y celebraciones por los logros alcanzados, por pequeños que sean.
María Florencia Larrocca
Matrícula 1945
Psicológa infanto-juvenil y escolar
3456028846