“Queremos que cada paciente pueda atravesar la quimioterapia sin perder su identidad”: el proyecto que busca frenar la caída del cabello
Desde Chajarí, un técnico ortopédico creó una máquina capaz de mantener el folículo piloso a temperatura controlada durante la quimioterapia, evitando la caída del cabello. En diálogo con Despertar Entrerriano, Juan Manuel Martínez contó cómo nació la idea, qué impacto tiene en los pacientes y por qué sueña con que llegue a todos los centros oncológicos del país.
De Buenos Aires a Chajarí: una historia que une oficio y empatía
Juan Manuel Martínez es técnico ortopédico y hace cinco años decidió dejar atrás su taller en Buenos Aires para instalarse en Chajarí. Allí continuó su trabajo en ortopedia, pero una noticia en plena pandemia lo hizo tomar un rumbo inesperado. “Me llegó una nota de Paula Estrada, la creadora de los gorros fríos que se usaban en tratamientos oncológicos. Su invento era muy efectivo, pero tenía una gran dificultad: los gorros se calentaban rápido y se necesitaban muchos para una sola sesión. En ese momento me contacté con ella para ver si desde mi oficio podía aportar una solución”, recordó.
Así comenzó una colaboración que derivó en la creación de una máquina innovadora, pensada para mantener el frío de manera constante durante toda la sesión de quimioterapia. “La idea era usar un solo gorro, conectado a una máquina que mantuviera la temperatura. Tardamos un año en llegar al modelo actual, que hoy está en prueba en el Hospital CEMIC de Buenos Aires”, explicó Martínez.

Cómo funciona el método de enfriamiento que protege el cabello
El principio científico detrás del proyecto es tan simple como preciso. Durante la quimioterapia, las drogas atacan células de rápida multiplicación, como las cancerígenas, pero también las del folículo piloso. “El pelo se cae porque las células capilares también se ven afectadas. Lo que hace este método es enfriar el cuero cabelludo a 0 grados, logrando que el folículo entre en una especie de hibernación. Así, las drogas no lo atacan y el pelo se conserva”, detalló.
La máquina alcanza temperaturas de hasta -25 °C y regula automáticamente el nivel de enfriamiento, manteniendo un equilibrio constante durante toda la sesión. Desde 2017, la FDA —la agencia de control sanitario de Estados Unidos— aprobó el uso de estos métodos fríos, al comprobar que no generan riesgo de metástasis ni complicaciones adicionales. “Hasta ahora, ningún estudio mostró efectos secundarios. Es un método seguro y muy beneficioso para los pacientes”, confirmó el técnico.
Un tratamiento efectivo, pero inaccesible para muchos
El avance tecnológico es indudable, pero la accesibilidad sigue siendo un desafío. “Hoy en Argentina existe una empresa que ofrece tratamientos similares, pero a precios imposibles: alrededor de 380 dólares por sesión. Imaginá lo que significa eso para alguien que necesita dos quimios por mes”, lamentó Martínez.
Por eso, su proyecto busca abrir otra puerta. “Nuestra meta no es vender una máquina, sino generar un servicio humano. Creemos que el costo estará entre los 120.000 y 180.000 pesos, se cobrará no porque queremos, sino porque conlleva una inversión. Aun así esperamos que los hospitales se involucren para que ningún paciente quede afuera y que el precio baje con respecto a la demanda. Nos mueve la solidaridad, no el negocio”, subrayó.
Además, destacó la importancia de difundir el método para que más personas lo conozcan. “Cada día hay más diagnósticos de cáncer. Si esta máquina puede mejorar un poco ese tránsito tan duro, ya vale la pena todo el esfuerzo”, afirmó.
La autoestima también se trata: el impacto emocional del cabello
Más allá de los números y las pruebas clínicas, lo que más emociona a Martínez son las historias. “Hay pacientes jóvenes que nos dicen que no quieren perder el pelo porque temen dejar de gustarle a su pareja, otras madres que no quieren que sus hijos las vean cambiadas. Incluso hay personas que no le contaron a su familia que están haciendo quimioterapia, y gracias al método pueden transitarlo sin que se note”, relató.
Por eso, en el Hospital CEMIC el acompañamiento es parte esencial del proceso. “Tenemos a Santiago, que es parte del equipo y se encarga de colocar el gorro, acompañar y contener al paciente. Terminan siendo vínculos de amistad. Es increíble lo que se genera cuando alguien se siente cuidado en medio de tanto miedo”, comentó.
Una motivación personal detrás del proyecto
El impulso de Juan Manuel no nació solo de la técnica, sino de una vivencia profunda. “Cuando arranqué este proyecto, mi papá fue diagnosticado con cáncer de pulmón. Estar del otro lado, ver cómo alguien que querés atraviesa eso, te cambia la cabeza. Uno no sabe cómo ayudar, aunque tenga todos los recursos. Y entendí que desde mi lugar podía hacer algo”, contó con emoción.

Hoy, su padre se encuentra recuperado, y el proyecto sigue creciendo. “Gracias a Dios, mi viejo está bien. Pero esa experiencia me hizo seguir adelante con más fuerza. Esto no es un invento más: es una forma de acompañar, de ponerle humanidad a la tecnología”, expresó.
Próximos pasos y esperanza
La máquina sigue en fase de pruebas, pero los resultados entusiasman. Más de cien pacientes ya participaron del estudio y los efectos positivos son notorios. “Creemos que para principios del año que viene podremos empezar a implementarla en distintos centros oncológicos del país”, adelantó Martínez.
Mientras tanto, continúa perfeccionando el sistema y sumando apoyos. “Lo que queremos es que cada paciente tenga la posibilidad de conservar su imagen, su identidad y su fuerza. Porque cuando uno se mira al espejo y se reconoce, también se siente más fuerte para seguir luchando” concluyó.
Fuente: Despertar Entrerriano
























