Día de la Restauración de la Democracia
El 10 de diciembre de 1983, el Dr. Raúl Alfonsín asumió la presidencia del país, poniendo fin al autodenominado «Proceso de Reorganización Nacional», una dictadura cívico militar de casi ocho años que tuvo como consecuencia la persecución y desaparición de miles de personas y un fuerte deterioro del aparato productivo, económico y cultural del país, más un serio desgranamiento del tejido social argentino.
En el año 2007, ambas cámaras del Congreso Nacional sancionaron la Ley N° 26.323 con la contundente declaración del Día de la Restauración de la Democracia, estableciendo la jornada del 10 de diciembre como la fecha conmemorativa que restableció en la Argentina el régimen democrático y el Estado de derecho en recuerdo de la asunción del presidente Raúl Alfonsín.
La declaración que estableció el Día de la Restauración de la Democracia surgió con el el fin de promover los valores democráticos, resaltando su significado histórico, político y social.
La democracia como forma de vida
La recuperación de la democracia fue posible gracias a un conjunto variado de actores y organizaciones, entre ellos, los partidos políticos tradicionales, sectores del movimiento obrero y organismos de defensa de los derechos humanos que articularon, progresivamente, la lucha contra la dictadura militar y sus irresponsables aventuras mesiánicas.
La construcción de la democracia comenzó el 10 de diciembre de 1983 y aún continúa. Porque para su consolidación y profundización, es necesario el aporte cotidiano de todos y cada uno de nosotros. Todos los días; todo el año. Toda la vida.
Y si bien se han recuperado las instituciones y se ha vuelto a un orden desde el punto de vista de la Constitución y la ley, se sigue confundiendo democracia con un mero acto comicial, faltando aún profundizar el criterio que explica a la democracia como una forma de vida.
Hoy, en vísperas del 10 de diciembre, se torna inevitable e imprescindible evocar el retorno a la democracia como sistema institucional y como hábito cultural, recordando las palabras de Raúl Alfonsín ante la Honorable Asamblea Legislativa, en circunstancias de su asunción, el mismo día que la democracia volvía a la Argentina para no irse nunca más.
Un 10 de diciembre de hace 33 años, pero con una absoluta vigencia en nuestra actualidad, ante los representantes de la nación, y previo al encuentro con una multitudinaria concurrencia que lo esperaba en Plaza de Mayo, decía Alfonsín:
«[…] La circunstancia no es propicia para la retórica. Es la hora de la acción y de la acción fecunda, decidida, comprometida e inmediata. Es la hora de hacer, de hacer bien, de hacer lo que la República reclama y el pueblo espera.
»[….] Los pueblos, como los hombres, maduran en el sufrimiento y no seríamos dignos del nombre de pueblo si no fuéramos capaces de aprender la lección del dolor. Lo primero que no debemos olvidar es que lo más valioso que tiene nuestro país son los hombres y las mujeres que lo habitan. No es el petróleo, ni las vacas, ni el trigo, ni las fábricas, sino el trabajo y la capacidad de creación de todos y cada uno de nuestros habitantes lo que da sentido y riqueza a nuestra Argentina, como a cualquier otra nación del mundo.
»[…] Nadie puede pretender que un gobierno no cometa errores. Pero de una vez por todas haremos que sólo sea el pueblo, por su libre voluntad y dentro de las instituciones democráticas, quien sea el único que juzgue y corrija esos errores. El dolor que vivimos nos ha enseñado que cada vez que se coarta el camino hacia la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos termina perjudicándose.
»Tenemos una meta: la vida, la justicia y la libertad para todos los que habitan este suelo. Tenemos un método: la democracia para la Argentina. Tenemos un combate: vencer a quienes desde adentro o desde afuera quieren impedir esa democracia. Tenemos una tarea: gobernar para todos saliendo de la crisis que nos agobia».
«Con la democracia se cura, se come y se educa»
Nadie puede dudar que tras más de tres décadas de democracia todos nuestros derechos y libertades públicas se han consolidado. Nadie duda que la Democracia llegó para quedarse, y lo que AYER parecía tan lejano, HOY es una confirmación contundente: ya nadie piensa, más allá de las lógicas discrepancias, de los desencuentros ideológicos, de los más variados enfoques metodológicos o pragmáticos de cada sector particular y de las diferentes visiones, proyectos o programa que tenemos desde cada uno de nuestros partidos políticos, que alguien pudiera alterar el orden constitucional.
Muchos de nosotros provenimos de ámbitos donde la discusión política siempre fue algo corriente. El debate ideológico, las pujas internas, la defensa irrestrictita de los derechos humanos o los cuestionamientos a los totalitarios, los vivimos como habituales desde que tengo memoria. Soy hijo de esa cultura y, afortunadamente, nunca en el contexto donde nos desenvolvimos, la política fue «mala palabra», ni las circunstancias hicieron que alguien que pensará distinto dejara de ser solamente lo que fue: un adversario, pero jamás un enemigo.
Así fue que durante años exclamé (son testigos muchos de mis hoy colegas, ayer estudiantes de Ciencia Política, Historia o formación docente) que el 10 de diciembre de 1983 es una de las fechas más importante de la historiografía argentina. Y pasadas más de tres décadas de la «primavera alfonsinista» se me ocurre partir de una reflexión: variaron muchas cosas en nuestras vidas desde aquellas expectativas juveniles, aunque sigo férreamente convencido de que no existe otra forma de forjar nuestro destino más que viviendo en democracia.
























